PhD. en Ciencias de la Educación y Mg. en Políticas Sociales y Gestión Local, Caterine Galaz es la encargada de la investigación Fondecyt regular “Trayectorias de personas migrantes no heterosexuales en Chile: desigualdades, violencias y resistencias”. Un estudio donde busca generar -a partir de las memorias de personas extranjeras LGTBI+ avecindadxs en nuestro país- un registro documental de las discriminaciones y los activismos que viven y construyen estos colectivos. Y conocer las barreras estructurales -desde el Estado- como interpersonales (ciudadanas) con las que se enfrentan.
-¿Por qué es importante recuperar las memorias de las personas migrantes no heterosexuales en Chile? -Es importante para ver las dificultades que cruzan, las violencias que sufren y los procesos de resistencias que van elaborando frente a estas desigualdades. Desde la investigación que realizamos desde hace un año -y que seguirá por tres años más- pensamos que las trayectorias migratorias están imbricadas en un conjunto de desigualdades, tanto geopolíticas, como sociales, que inciden en la consideración de las personas migrantes como ciudadanía no legítima. En Chile esta mirada se da particularmente, porque predomina una visión hetero-cis-normada, clasista y nacionalista que plantea desafíos ante la llegada de personas LBTBI, que tienen posiciones sexogenerizadas diferentes a lo heterosexual. La llegada de las personas LGTBI eclipsan las formas de comprensión del Estado y la ciudadanía.
-Migran las personas ¿también por las violencias de las que son objeto? -En nuestra investigación buscamos comprender cómo se vinculan los contextos de origen con los de destino en estos procesos de memoria que van elaborando estas personas en función de las violencias que han sufrido y activismos en ambos contextos. Las personas migrantes LGTBI+ están tensionadas tanto por el pasado como por el presente, tanto a nivel de desigualdades como de violencias y resistencias, las que han tenido en su lugar de origen como en el de destino. Paralelamente, a nivel histórico, las movilizaciones tanto de personas migrantes como LGTBI+ han ido tensionado la idea de la ciudadanía clásica, haciendo ver los procesos de subordinación a un modelo de ciudadanía más hegemónico, generalmente asumiendo un modelo europeo. Y, por otra parte, las denuncias de las violencias y discriminaciones que viven estas personas y los movimientos de estas personas, en distintos países, ponen en cuestión las matrices racializadas, asimilacionistas y neocoloniales que existen en Latinoamérica.
-¿Cómo su investigación indaga en esas violencias y resistencias de los migrantes LGTBI+ viviendo en Chile? -Nuestra investigación busca captar las memorias de las personas migrantes LGTBI+ haciendo tensión respecto de las condiciones del contexto chileno, para evidenciar esas violencias sociales tanto del Estado -y por lo tanto estructurales- como las que son interpersonales y que son producto de la confluencia de diversos vectores de diferencia. Por ejemplo, la procedencia nacional, la orientación e identidad de género y la posición socioeconómica. También nos interesa mirar todas las estrategias de acomodación, de agencias, de resistencias que desarrollan estos colectivos. Nos interesa mucho también ver la posibilidad o imposibilidad de acceso a derechos sociales, educativos, en salud, en lo laboral, derechos sexuales y económicos de este colectivo y las posibilidades que tienen para vivir su orientación e identidad de género en relación a las memorias que producen de su pasado. Esta es una investigación cualitativa que se basa en una perspectiva interseccional y feminista, que busca producir narrativas visuales con las personas participantes. Paralelamente, hay un análisis documental para ver cómo los cuerpos normativos, las leyes, las normas que existen en Chile categorizan o no a las personas migrantes LGTB+ y también haremos narrativas y entrevistas en profundidad.
– ¿Qué resultados han encontrado? -La investigación está en curso, pero los resultados preliminares que hemos encontrado es que muchas personas migran, precisamente, en esta búsqueda de poder vivir más libremente su orientación e identidad de género. Visualizamos una idea de “sexilio”, donde las personas son empujadas a salir de sus contextos de origen por las violencias que viven por la persecución LGTBI+, por la falta de políticas, por la falta de acogida familiar y social, por la falta de posibilidades laborales, etc. Eso hace que se muevan a través del continente y busquen un mejor espacio donde poder desarrollar sus vivencias. Por otra parte, pese a eso y al ideal de buscar en otro país, posibilidades para su identidad y orientación sexual, vemos que existen muchas trabas en el nuevo contexto, sobre todo porque se reproducen nuevas desigualdades y se articulan con otras existentes. No solo se reproducen las discriminaciones por orientación e identidad sexual, sino que -además- se le suman las que son por el origen nacional y por el clasismo chileno. Estamos hablando de un país como Chile que es altamente clasista y racista. Son difíciles, también, las posibilidades laborales, educativas, residenciales.
-¿Las personas perseguidas por orientación e identidad sexual no reciben un trato especial, de protección al ingresar a nuestro país? -No, incluso en personas que tienen todo un historial en sus memorias en torno a ciertas violencias que han vivido en sus países. Personas que han tenido que escapar para poder sobrevivir. A ellos no se les reconoce como personas “víctimas” ni sujetos de protección y no se les da refugio. En Chile son muy pocas las personas que reciben refugio en general. Las personas LGTBI+ deben entrar como cualquier otra persona migrante, lo que también le afecta en sus posibilidades de inclusión efectiva o regular en el país.
– ¿Cómo se articulan las resistencias de estos colectivos en nuestro país? – Aparte del «sexilio, de las nuevas discriminaciones y la articulación de violencias interseccionales en Chile, las personas migrantes LGTBI+ nos dicen que son las entidades y el mundo activista, las plataformas que les han servido de soporte. Es decir, el Estado no es el que se preocupa de estas personas, sino más bien son organizaciones las que están haciendo de puente o un espacio de contención y de mediación para que estas personas puedan, por un lado, desarrollar su orientación e identidad sexual mucho más libremente y, por otra parte, orientarlas en el nuevo contexto social.
-¿El activismo es un camino para sobrevivir en el nuevo país? -Lo que cuentan es que, a partir de una cierta militancia, han ido volviéndose activistas e incluso reivindicando posiciones mucho más politizadas en relación con sus sexualidades. De cara al Programa de Memoria, puedo decir, además, que estas personas viven siempre en una tensión entre un aquí y un allá, siempre comparan violencias vividas en el pasado y las violencias que están viviendo ahora, por lo tanto, hay procesos de continuidad de esas violencias y también hay procesos de discontinuidad de esas violencias. Eso también ocurre con los activismos y en los énfasis, donde se da un tipo de activismo mucho más radical y político en el actual contexto.